¿Qué hacer con esa dependencia a las redes? ¿Cómo desconectar sin tanta angustia? ¿Cómo conectar con el otro sin quedarnos pegados?
En realidad cuando estamos hiperconectados, anulamos al otro que se encuentra por detrás del celular al que enviamos mensajes, taponamos con las pantallas el verdadero encuentro con el otro, o lo que es más complejo el encuentro con uno mismo, con la angustia, con la incertidumbre y la ansiedad. Lo paradójico es que la tecnología y las redes sociales lo único que generan – tal como si fueran una droga- es una satisfacción momentánea y luego más angustia, más ansiedad y necesidad de utilizarlas más todavía. Enmascara el malestar y nos mantiene confortablemente adormecidos para que – por supuesto porque son un objeto que tapona muy bien el malestar y es cómodo, no es tan ruidoso como una sustancia estupefaciente – no podamos modificar la compulsión a chequear las historias del otro, los hilos del pajarito o el mail.
